Cholas esqueleto
Hablar de aquellas sandalias de goma, tan de moda en los años setenta del siglo pasado, que por su simpática morfología se les llamó (y se les siguen llamando) popularmente "cholas esqueleto", no es sólo recordar el diseño de un tipo de calzado típicamente playero en concreto. Para muchos significa rememorar los alegres días de una niñez donde el salitre y la arena cobraron un protagonismo inusitado. Los padres, en su afán por querer proteger los pies de sus hijos, o por querer ahorrar el dinero de unas sandalias de cuero que ennegrecían fácilmente al contacto con el salitre -o porque terminaban literalmente reventadas por los largos paseos entre los riscos-, encontraban en estas cholas una solución perfecta que incluso podía durar varios veranos.
Hechas de un plástico que parecía casi irrompible, y en un principio de unas tonalidades que llegaban a confundirse con el color de la piel, como si se trataran de una prolongación de la misma, la suave brisa de tiempos pretéritos se colaba por sus rendijas sin oprimir los pies ni restarles aires de libertad. Luego fueron llegando modelos multicolores y la sofisticación del color rosa se hacía patente entre el gusto de las niñas, que las encontraban así "menos feas".
Grabado queda en la memoria de algunos vecinos de Punta Brava el haber ido a comprarlas en la popular tienda de don Domingo y doña América, en la calle Víctor Machado, y salir con ellas puestas directamente hacia la playa, desafiando el fuego que se levantaba del "piche" en pleno mes de agosto o de la negra arena que achicharraba los sentidos por las inmediaciones de la playa Grande o de la playa Chica. Una vez allí no había miedo de toparse con algún erizo escondido en el fondo de los charcos que regalaba la marea baja. ¡Ay, aquellos bajíos sepultados por la actual playa Jardín y de los cuales sólo quedan los recuerdos!. Y una vez terminada la jornada de travesuras costeras, no había temor de llegar a casa con los "piecitos encachazados", sin temor a llevarse la reprimenda de una sufrida madre que se encontrase fregando el piso en esas largas horas de las tardes del estío. Y eso no es todo, ya que algunos se metían en la ducha con ellas en su misión de acicalarse y deshacerse del salitre que aderezaba sus cuerpos, y seguían con ellas puestas hasta la hora de meterse en la cama.
Hablar de aquellas sandalias de goma no es sólo recordar el diseño de un tipo de calzado en concreto, sino que es casi como pensar en un amigo de la niñez, compañeras inseparables de aventuras por el litoral de un barrio que ya queda lejos.
Texto original de "Punta Brava (recuerdos)"
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